melior fortuna sequetur

jueves, 22 de noviembre de 2007

Estoy bastante asombrado conmigo mismo por lo mucho que he cambiado en algo que realmente era uno de mis puntos débiles del cual no me sentía nada orgulloso y que indirectamente, ha influido negativamente en mis relaciones con los demás a lo largo de los años. Hablo de mi temperamento y sobretodo del perder el control en situaciones extresantes, en momentos de nervios o en acontecimientos no esperados. En muchas ocasiones, aquello del "ahogarse en un vaso de agua". Hace ya cierto tiempo que debido a la responsabilidad de mi trabajo estoy sometido a un nivel de presión elevado y constante. En la sociedad en que vivimos todos nos quejamos de lo mismo, pero yo quizá ahora viva el momento de más estrés de mi vida y curiosamente he aprendido a controlar mi temperamento en este momento. Supongo que a medida que te vas adentrando en nuevas fronteras en esto de la presión, vas quitándole hierro a los problemas y al final, optas por un estilo de vida más "filosófico" donde premia el hecho de controlar tus instintos y aprender a afrontar la vida con estoicidad. Me lo tomo todo con más raciocinio, equilibrio, con buen humor y aplicando mi máxima ya confirmada "Flebile principium, melior fortuna sequetur" (algo así como "no hay mal que por bien no venga"). Cuando me encuentro en ese tipo de situaciones, que no hace mucho me hacían refunfuñar y maldecir en arameo a todo lo que se meneaba, paro un segundo, recapacito, sobretodo reflexiono, y busco la solución calmada al problema. Y funciona. La encuentro y consigo que mis pulsaciones no se alteren más que lo justo. Hoy mismo, como ejemplo para muchos tonto, se ha pinchado la rueda de mi coche llegando de trabajar: unas chicas estaban con uno de los coches de la limpieza de la ciudad atascado en medio de la calle y me han hecho pasar, nerviosas. Mi coche pasaba muy justo y he pellizcado la rueda con la acera. Mea culpa. Al cabo de veinte metros la dirección ha empezado a mostrar signos inequívocos de que la rueda delantera izquierda había dicho "hasta aquí hemos llegado, colega". He respirado, he pensado que quedaban poco más de 5 minutos para llegar a mi casa y, con calma, he conducido con la rueda pinchada hasta llegar a mi párking. He subido al piso, me he fumado un cigarro sin prisas y me he dicho: vamos a ello. Mientras bajaba en el ascensor he pensado: "es la primera vez en 12 años de carnet que pinchas una rueda. Ya tocaba. Estabas empezando a romper la estadística y eso no dura mucho. Además, seguro que no tiene ningún suspense eso de cambiarla y lo puedes añadir a tu currículum de experiencia. Será incluso divertido". He cambiado la rueda en una media hora. Lo que más me ha costado ha sido descubrir como coño funcionaba el gato del Audi. Cuando he acabado de guardar la rueda pinchada en el maletero me he dado cuenta del cambio que he sufrido y he sonreído para mis adentros, asombrado de mi mismo. "¡Lo has conseguido!". He subido al piso con las manos repletas de mugre, me he abierto la cerveza de los campeones y me he alegrado reflexionando en la paciencia que tengo en el curro con la gente, en lo sereno que me muestro en situaciones explosivas en el trabajo y en situaciones de tipo personal en las que cada vez aguanto más todo lo que me echen con no mucho esfuerzo.En un pasado cercano, en muchas ocasiones hubiera cogido la remington y hubiera convertido esto en una sucursal de Puerto Hurraco. Es el mejor regalo que podría haberme hecho a mi mismo, rediós.Lástima que mucha gente en el pasado haya sufrido de mi mal genio y mala leche fruto de ser un analfabeto en el control emocional. Lo siento. Pero me alegro que se haya pinchado la rueda, ha sido una señal.