Que rico sushi....

sábado, 20 de octubre de 2007

Una de las cosas que me propuse hace ya bastante tiempo, fue la de cocinar como es debido. Desde mi primera relación seria me aficioné a la cocina y a ir todos los sábados a buenos restaurantes. Por aquél entonces, me gasté una auténtica fortuna. Pero no me arrepiento dado que aquello me hacia sentir realmente muy feliz. De eso hace ya casi un par de lustros pero siempre he mantenido ese gusto por la gastronomía y por el buen comer y por los vinos. En casa de mis padres nunca había cocinado y las pocas veces que había hecho el amago, resultaron en el fracaso más absoluto y en comidas realmente infectas, venenos letales, amasijos de comida aceitosa y quemada. Pero cuando me emancipé por primera vez, tuve que empezar a espabilarme. Mi pareja de por aquél entonces tenía cierta experiencia en cocina y no lo hacía mal del todo, aunque visto desde ahora estaba muy lejos de un cocinero amateur con cara y ojos. Pero lo pasamos muy bien cocinando juntos y aprendiendo a hacer las típicas primeras salsas para la pasta, las primeras tortillas de patatas comestibles y otros platos sencillos basados en plancha o cocciones simples. De ella quizá heredé un único plato, sencillo, pero que he ido mejorando con el paso de los años: fideúa de marisco. Aún recuerdo la primera vez que la vi hacer aquél plato en el piso de estudiantes, para mi, espléndida...

Desde hace ya algo más de un año, cada vez que subo al pueblo a ver a mis padres el fin de semana, ocurre algo curioso, pero que me hace sentir realmente bien: lo lógico es que tu madre te haga una cena copiosa, especial, porque el hijo ha llegado y tiene que alimentarse: que si estás muy delgado, que si come más...En mi caso, eso no pasa. Mis padres saben que me cuido mucho en la mesa y además, empiezan a saber que su hijo cocina relativamente bien. Y pasa lo que pueden imaginarse: yo hago la cena los sábados que subo al pueblo desde hace un año. De las últimas pocas veces que he subido después del verano, recuerdo especialmente la zarzuela de pescado o el bacalhau a brás (me sale redondo) con el que cenamos las últimas veces, regándolo con algún vino o cava seleccionado de la bodega de mi padre ese mismo día por la mañana.... Él es alguien grandioso, a quien quiero con locura y del que puedo decir con orgullo que más que un padre, es un gran amigo.

En la cocina me siento artista, creador, me relajo, me desestreso tan solo con empezar a cortar con mi cuchillo favorito los primeros ingredientes. Me siento bien, sé lo que hago, improviso si es necesario, calculo cantidades, temperaturas, cocciones... Entre semana, al estar muy cansado, suelo cocinar cosas más simples, pero me propuse firmemente comer (almenos cenar) bien todos los días, después de pasar una temporada de depre muy fuerte cuando me dejó mi última relación y en la que no me cuidé en absoluto, presciendiendo de comidas o simplemente, comiendo basuras precocinadas o porquerías industriales. Y funciona. Comer bien, deleitar el paladar y llenar el estómago, y encima hacerlo uno mismo, ha hecho, y hace, que me sienta mejor conmigo mismo y que los problemas sean menores. Además, haber tenido la suerte - ganada a pulso - de haber recorrido con regularidad media península y varios paises europeos en los últimos tres años me ha dado una perspectiva interesantísima de la cocina en otros lugares. Y aunque me queda casi todo por aprender, he ido incorporando en mis platos todos esos pequeños o grandes detalles que mi paladar ha ido aprendiendo. Desde maneras de cocinar los pescados hasta pastas al ultradente italiano, pasando por reducciones de caldo a sopas, carnes, ensaladas, o algún atreviemiento de la nouvelle cuisine. Los que han comido en mi casa saben que destacan mis platos de pescado, mi steak tartar de carne o el de salmón, mi paella, alguna de mis salsas, mi ensalada de foie y algunos platos de bacalao típicos de Portugal.

Hoy, sábado, y con la nevera llena después de más de dos semanas sin ir a comprar por cosas del trabajo, me he hecho sushi de salmón (maki sushi y nigiri sushi). Es la quinta o sexta vez que lo hago y, hoy, he conseguido que saliese como mi paladar lo recordaba en el japonés de Minoru, sobretodo el sabor y la textura del arroz, que he hecho siguiendo la receta tradicional nipona. Ayer, viernes, para cenar me hice steak tartar de ternera y erizos de mar, para recordar mis incursiones submarinas en la costa brava, regándolo todo con una botella de buen trincadeira que compré en uno de mis últimos viajes a Lisboa. Sin duda, estoy muy lejos de ser un gran cocinero, pero puedo decir que lo que hago, empieza a saber realmente bien.

No hay comentarios: